Dentro de varios años, cuando las y los participantes de la delegación de SOA Watch a Honduras miren hacia atrás, apuesto a que todas y todos recordaremos un momento en particular: el grupo parado a la vera de una ruta de tierra, rodeada de cultivos de palma africana, en una tarde de agobiante calor tropical. Dada toda la experiencia que hemos adqurido durante estos nueve días de viaje, de costa a costa –cárceles, paros, marchas, tierras ocupadas, conversaciones con pescadores perseguidos, con campesinos y campesinas, maestros y maestras, periodistas, líderes sindicales, activistas por los derechos humanos, y más– este diminuto momento parece irrelevante. Pero en esa ruta en el Bajo Aguán, experimentamos personalmente –durante unos treinta minutos– lo que muchas y muchos hondureños viven a diario: el poder del miedo, el peso de la decisión.
Veníamos de diez ciudades diferentes de Estados Unidos para solidarizarnos con el pueblo de Honduras, que había estado resistiendo el golpe de estado de junio de 2009 que derrocó al Presidente Manuel Zelaya. Dos personas en nuestro grupo habíamos estado en Honduras en mayo de 2009, semanas antes del referéndum que consultaría al pueblo hondureños sobre la asamblea constituyente. El clima en el país era eléctrico. La hora que Honduras había esperado parecía inminente y el cambio estaba a la vuelta de la esquina.
El cambio llegó ese 28 de junio, sólo que no en la forma que se esperaba, sino de otra manera, ya conocida –a punta de pistola y dirigido por graduados de la Escuela de las Américas. El Presidente Manuel Zelaya fue sacado de su casa en pajamas, y depositado en San José, Costa Rica. Lo que siguió también era conocido por el pueblo hondureño: una explosion de resistencia que fue reprimida brutalmente, voces difundiendo la verdad que fueron silenciadas, y una “elección” convenientemente llevada a cabo para lavar la cara del golpe de estado que había ocurrido –sin importar que hubiera pocos electores y ningún observador. Fin de la historia, según el Departamento de Estado. Capítulo Nuevo.
¿Cuál capítulo nuevo? Los negocios de siempre, al costo de unas 80 muertes. Mientras nuestra delegación llegaba a Honduras, también arribaban 350 hombres y mujeres de negocios provenientes de todo el mundo, incluyendo a algunos de los más grandes billonarios del planeta. Una conferencia organizada por el “Presidente” Lobo, llamada “Honduras is Open for Business” (Honduras está Abierta a los Negocios) tendría lugar ese mismo fin de semana.
No pude evitar hacer la comparación entre esa y otra conferencia presidencial que había ocurrido en Honduras dos años antes, en la cual participamos el Padre Roy Bourgeois y yo. Las y los invitados del Presidente Zelaya no éramos billonarios internacionales, sino campesinos y campesinas hondureñas, maestros y maestras, indígenas, activistas por los derechos humanos, líderes sindicales. La discusión era al respecto de cómo abrir Honduras, también. ¡Pero para las y los hondureños! Tierra para quienes no la tienen, aeropuertos civiles en lugar de bases militares, escuelas para niños y niñas, agua para las y los pescadores.
El enorme contraste entre estas dos convenciones resalta claramente las intenciones detrás del golpe de estado. Escenario A: Honduras para las y los hondureños, soberanía sobre los recursos naturales, el gobierno y las fuerzas de seguridad. Escenario B: Honduras para el mundo de las corpraciones, con sus árboles, aceite, palma, frutas, peces, y hasta su gente subastada.
A pesar de que la conferencia tuvo lugar en la ciudad norteña de San Pedro Sula, nuestra delegación pudo llevarse una impresión de la respuesta a la misma por parte del pueblo hondureño mientras nos encontrábamos bajo un techo de paja en una isla volcánica al sur de Honduras. Algunos pescadores miraban la foto de un sonriente “Presidente” Lobo mientras abrazaba triunfantemente a un grupo internacional de hombres de negocios. “¡Qué Lobo!”, exclamaban, parafraseando el apellido del “Presidente”.
Los pescadores de Zacate Grande entienden, en carne propia, el significado de ese exhuberante abrazo entre el “Presidente” y los hombres de negocios. Para Franklin Meléndez significó un impacto de bala en la pierna. Para Ethel Corea Posadas, significó un tajo en la cabeza. Para Franklin y Ethel significó la captura y la posibilidad de una condena en la cárcel por “usupración de tierras”. Las balas fueron disparadas por manos contratadas por el hombre más rico de Honduras, Miguel Facusse. El arresto violento estuvo a cargo de fuerzas de seguridad hondureñas. Para estas y estos Pescadores, el magnate de negocios y las fuerzas de seguridad del gobierno son lo mismo.
Su crimen fue construir una pequeña estación de radio en una tierra que había sido trabajada durante generaciones por campesinos y pescadores de sus familias. A pesar de que esa tierra parece casi inhabitable, cubierta casi completamente por rocas, la vista es impresionante: playas y ensenadas a lo largo de la costa del Pacífico, rodeadas de montañas verdes y volcanes distantes en una esquina del país que converge con El Salvador y Nicaragua. La isla de Zacate Grante se ha vuelto el patio de las familias más ricas de Honduras. Franklin y Ethel se consideran personas afortunadas, de alguna manera, a pesar de eso. Diez periodistas han sido asesinadas y asesinados desde que el golpe ocurrió, dándole a Honduras el poco deseado título de “país más peligroso del planeta para las y los periodistas”.
En el extremo opuesto de Honduras, en el valle del Bajo Aguán, el nombre de Facusse aparece en cada conversación. A través de años de complicidad con mínimos cambios de políticos corruptos, Facusse ha acumulado títulos de propiedad sobre casi todo un valle con capacidad de producción de cinco tipos de palma africana rica en aceite. Los títulos de una parte de estas tierras son disputados por organizaciones de campesinas y campesinos que han trabajado esas parcelas por años. Para las y los pequeños campesinos, Facusse y las fuerzas de seguridad oficiales no solamente están conectados, sino que a veces son exactamente lo mismo.
Este dúo dinámico de políticos y magnates de negocios utiliza el asesinato y la represión para intentar evitar, mediante el miedo, que crezca la resistencia. Todo esto, sin embargo, no sería posible sin un tercer factor: el gobierno de los Estados Unidos. Los fondos de las arcas de nuestro gobierno continúan entrenando a muchos de sus militares y policías, proveyéndolos de helicópteros, tanques, revólveres, gas lacrimógeno, y más. Este punto fue claramente ilustrado en una reunión que nuestra delegación tuvo con familias de víctimas de crímenes de estado desde el golpe. Mery Agurcia, una activista por los derechos humanos que trabaja en COFADEH, nos enseñó el envase de una bomba lacrimógena, “made in the USA” (“hecho en los EEUU”), recogida en el mismo sitio donde la maestra Ilsa Velásquez murió luego de que una bomba como esa impactara violentamente en su cabeza. Ilse cayó inconsciente en el suelo, siendo atropellada por un vehículo que escapaba del revuelo generado por la represión policial.
Esta fluidez de ayuda militar y policía estadounidense está literalmente alimentando esta horrible represión. Dana Frank afirma lo siguiente en un convincente artículo publicado en The Nation: “Las y los hondureños en la oposición al golpe están utilizando las armas que les quedan: sus cuerpos indefensos, bastante literalmente atravesados en el camino del régimen. En respuesta, el régimen está usando ahora su fuerza asesina una, y otra, y otra vez, a lo largo y ancho del país, esperando que el gas lacrimógeno vuelva a poner al pueblo en sumisión”.
Ilse es una de las 14 maestras y maestros asesinados desde el golpe de estado. Su hija, también maestra, nos explicó que ella no tenía razones directas para estar protestando ese día: ella tenía un buen trabajo como directora de una escuela local. Pero ante la inminencia de los esfuerzos oficiales de privatizar aspectos del sistema de educación, ella decidió alzar su voz en defensa de ese sistema que determinaba la vida de sus niños y niñas. Además, el legado de la familia de Ilse era la lucha por la justicia. El hermano de Ilse, Manfredo Velásquez, había sido asesinado por el gobierno hondureño 30 años antes, caso que sentó precedentes para la fundación de COFADEH.
La imagen de Ilse se nos cruzaba por la mente mientras nos encontrábamos a la vera de esa ruta de tierra en el valle del Aguán. Un grupo de campesinos y campesinas que habían escuchado de nuestra presencia en la zona, nos pidieron que las y los acompañáramos a una ocupación de tierra en La Trinidad. Integrantes de esa comunidad en reclamo de títulos de tierra otorgados durante la reforma agraria, estaban siendo amenazados y amenazadas por fuerzas de seguridad privadas y armadas. Había habido tiroteos la noche anterior. Las y los campesinos habían estado allí los últimos tres días, y ninguno podía entrar ni salir. La comida y el agua estaban siendo pasadas subrepticiamente, a través de caminos escondidos en el bosque. Las y los campesinos, en estado de desesperación, esperaban que la presencia de un grupo internacional les permitiera acercarse al grupo que estaba en resistencia en la tierra en disputa.
En tanto nos acercábamos al área, nuestro conductor nos indicó que debía detener su vehículo, o le dispararían si intentaba avanzar sin anunciarse. Luego de una breve discusión, decidimos que las y los hondureños debían permanecer en el vehículo, y que nuestro grupo de 10 estadounidenses abordaría a los guardias, que se encontraban unos 300 metros más adelante, armados y bloqueando la entrada a la tierra en disputa. Nos aseguramos que todas y todos supieran que, quien quisiera, podía permanecer en el vehículo, y nos dimos un tiempo para decidirlo. Una por uno, cada integrante de la delegación anunció que seguiría avanzando. Mientras nos bajábamos del vehículo y comenzábamos a caminar hacia los guardias, supimos que a la distancia éramos indistinguibles con respecto a las y los hondureños. Pero cada uno de nosotros y nosotras sintió una convicción personal de embarcarse en esta caminata por la justicia.
En ese momento nos llamó Bertha Oliva, directora de COFADEH, que se había enterado de la situación y de nuestra decisión de acercarnos a los guardias. Nos imploró que paráramos. “Si siguen, les van a disparar. No necesitamos héroes. Necesitamos gente dispuesta a llevar a andar largo y duro camino que nos traerá justicia”.
No estoy segura si decir que ese fue el fin de nuestra valiente decisión por la justicia en Honduras, o si fue allí donde esa decisión comenzó. Regresamos al vehículo, nos devolvimos a la ruta y continuamos alejándonos de la tierra. Sé que cada una y uno en el grupo adquirió, en un instante, la comprensión inolvidable de las implicaciones de alzarse por la justicia en Honduras.
Me gustaría aclarar que la situación en La Trinidad llegó a una resolución pacífica. Pero dos días después de nuestro paso por esa ruta, Roney Díaz, de 34 años de edad, padre de dos, fue asesinado por una combinación de guardias privados y comandos navales. Mientras termino de escribir este artículo, me llega noticia de otra muerte en el Aguán a manos de guardias privados de seguridad. Se trata de Pablo Lemus, de la comunidad Guadalupe Carney, donde nuestro grupo visitó a cinco viudas. Ahora son seis.
El Camino a La Trinidad
Estamos listos para salir
nosotros diez
llamados
a hacer uso de nuestro privilegio
para acompañar a aquellos sin nada
esperando poder ofrecer
un trazo de protección, de
“el mundo entero está observando”
la vieja
y aún así, actual
historia
de los más pobres de la tierra
despojados de su sitio ancestral
por los barones insaciables
de mentalidad de plantaciones
que permite
-no, demanda-
el sacrificio humano
en todas sus formas
del hambre al homicidio
queremos ir
y estar con quienes
han “recuperado” su propia tierra
acechando en la noche
ocupando, resistiendo
sólo para ser cercados y atrapados
por las armas contratadas de
los terratenientes
queremos ir
pero momento... nos llegan las noticias
los muy armados, muy drogados
hombres de negro
tienen orden de disparar
sin respetar “privilegio” alguno
ni siquera el que nosotras y nosotros
suponemos poseer
y así nos encontramos
por un momento en el tiempo
bajo el mismo riesgo, bajo el mismo miedo
de quienes resisten
midiendo nuestra solidaridad
contra nuestras propias vidas
estamos ansiosos, listos y determinados
a ir
aún así la “razón” prevalece
mientras nuestros rostros desconcertados se devuelven
arrastrando nuestros corazones apesadumbrados
y no caminamos
el camino de La Trinidad
Mary Anne Perrone
Fuente: http://soaw.org/about-us/partnership-america-latina/212-delegations/3697-honduras-is-open-for-plunder#espa%C3%B1ol
nosotros diez
llamados
a hacer uso de nuestro privilegio
para acompañar a aquellos sin nada
esperando poder ofrecer
un trazo de protección, de
“el mundo entero está observando”
la vieja
y aún así, actual
historia
de los más pobres de la tierra
despojados de su sitio ancestral
por los barones insaciables
de mentalidad de plantaciones
que permite
-no, demanda-
el sacrificio humano
en todas sus formas
del hambre al homicidio
queremos ir
y estar con quienes
han “recuperado” su propia tierra
acechando en la noche
ocupando, resistiendo
sólo para ser cercados y atrapados
por las armas contratadas de
los terratenientes
queremos ir
pero momento... nos llegan las noticias
los muy armados, muy drogados
hombres de negro
tienen orden de disparar
sin respetar “privilegio” alguno
ni siquera el que nosotras y nosotros
suponemos poseer
y así nos encontramos
por un momento en el tiempo
bajo el mismo riesgo, bajo el mismo miedo
de quienes resisten
midiendo nuestra solidaridad
contra nuestras propias vidas
estamos ansiosos, listos y determinados
a ir
aún así la “razón” prevalece
mientras nuestros rostros desconcertados se devuelven
arrastrando nuestros corazones apesadumbrados
y no caminamos
el camino de La Trinidad
Mary Anne Perrone
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